
Era 17 de un mes que apenas si atinaba a recordar. Era una vuelta más al sol de su madre y él lo sabia, abrió los ojos por fin luego de dibujar en su mente de la manera más real que pudo el ultimo cumpleaños que habia compartido junto a ella.
Habia sido un día bello, era sabado; lo recordaba porque era de los pocos días que tenia para compartir con ella, esa mujer rubia, de ojos marrones y profundos, mirada perturbadora y alma tan pura como el agua. Sus hermanos jamás le quisieron como él lo hizo, jamás hubieran sido capaces de dar la vida por ella y por supuesto aquel día tuvieron mejroes cosas que hacer. Él por su parte, partió de la casa junto a ella hacia ese lago que tanto le encantaba pero poco podia visitar por dinero y tiempo. Era un lago gigante y cristalino, en él habian pequeñas lanchas que se alquilaban para dar un paseo, tomar fotos, sonreir o lo que quisieras hacer en él. Pero aquel día él solo tuvo dinero para llevarla y conseguir un pequeño lugar junto al lago para sentarse a observar el atardecer, lo bello del cielo naranja y los patos en el lago y su madre lo entendió, aquel lago era tan fascinante que no le importaba verlo solo desde la orilla, eso le hacia lo suficientemente feliz.
Tomó un desayuno rapido y salio hacia el cementerio, beso la tumba de su madre y le prometio sin mas compromiso que su palabra llevarla como fuera a aquel lago una ultima vez.
Y tardo, pero lo cumplio...espero pacientemente a que el cuerpo de su madre se convirtiera en huesos y sus hermanos olvidaran visitar su tumba, ordeno exhumar el cuerpo -los huesos- y cremarlo. Tomo sus cenizas y el siguiente 17 las puso con el mayor de los cuidados y con el más puro amor en cada esquina del lago, alquilo una lancha de aquellas que tanto le gustaban a su madre y en la mitad del lago, canto su canción preferida. Le recordo cuanto la amaba y se sucidó.
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