ha pasado la hora y le regalo al terror ese delicioso azucar de extrañarte,
empieza a amanecer con ese claroscuro que es tu beso y en el silencio
de la noche, al amarte esperando que no lo sepas empiezo a recordar
el día, no en el que te conoci ni en el que te perdí, empiezo a recordar
el día en el que dejé de amarte. Si, ese día! glorioso, magnifico y adorable
día en que deje de amarte y no es que odiara hacerlo pero siempre lograba
causarme daño y hacerme mal con esa soledad amante de los vacios abrasables,
siempre era posible rodar una lagrima por las montañas oscuras en los pueblitos
que no visité contigo, que no visité sola ... mejor dicho, que no visité en absoluto.
Era terrorifico beber del café que no probé contigo, ni sola ni acompañada pero
que en tu dimensión, en tu parte del recuerdo estará mañana, tal vez o el siglo siguiente
diciendo como siempre, a la brisa fresca de tu rocio:
"Buenos amaneceres señorita,
ya la estabamos extrañando"